El chantaje emocional no es una técnica educativa adecuada, menos aún si está asociada a la comida, porque los niños y niñas terminarán relacionando el acto de comer con emociones dolorosas, cuando sentarse a la mesa mesa siempre tiene que ser un placer y no un castigo.
Siempre hablamos de que los niños tienen que comer de todo, probar alimentos nuevos, experimentar en la cocina… pero muchas veces, como padres y madres, estas recomendaciones nos suponen un reto muy difícil.
Cuando nuestro hijo o hija se pasa ratos interminables frente al plato mientras el resto de obligaciones nos esperan, cuando los menús que les ofrecemos no son de su agrado, cuando come “como un pajarito”, la hora del mediodía o la cena se vuelve una olla a presión en la que explotan tantas emociones que la experiencia de comer se convierte en un potaje de frustración, nervios, gritos y lloros.
En ocasiones por falta de paciencia, de recursos educativos o porque sencillamente “es lo que hacían nuestros padres”, recurrimos al chantaje emocional o a la amenaza.
Si no te comes todo…
“Si no te comes todo, no irás al parque”, “hasta que no termines el plato no podrás jugar o “si no te acabas las lentejas, te voy a castigar”… son frases recurrentes que nos pueden ayudar a devolvernos el control de la situación que no sabemos gestionar de otra manera. Sin embargo, tenemos que pensar que control no es sinónimo de educación. El peque percibe que las personas a las que se siente más vinculado afectivamente le amenazan de manera más o menos sutil, lo que incide en su capacidad de decisión y a la larga puede desarrollarse como una persona dependiente o muy rebelde. Incluso, puede que aprenda esta forma de manipulación emocional y la utilice en las dinámicas familiares volviéndose en nuestra contra.
Otras veces, las expresiones que utilizamos no tienen como fin el castigo o la amenaza, pero pueden ser igual o más perjudiciales para su desarrollo emocional. “Si no te comes todo te vas a quedar chiquitín y se reirán de ti» o «tantos niños muriendo de hambre y tu despreciando mi comida«, «con el cariño que la he preparado…» o «si no te comes la fruta mamá no te va a querer» o «si te comes la fruta te voy a regalar…«.
¿Qué podemos hacer?
No tenemos una varita mágica, y ser madres y padres se complica en determinadas circunstancias. Lo importante es que seamos conscientes de estos métodos para ir eliminándolos de nuestras rutinas y acompañar a nuestros hijos e hijas para que crezcan sanos y felices.
El chantaje emocional no es una técnica educativa adecuada, menos aún si está asociada a la comida, porque terminarán relacionando el acto de comer con emociones dolorosas y a una experiencia traumática, cuando sentarse en una mesa siempre tiene que ser un placer y no un castigo.
Es probable que “nuestras personitas” necesiten que repitamos las cosas más de una vez. Tienen otro ritmo, están aprendiendo y, principalmente, no hacen las cosas conscientemente para hacernos enfadar.
Es vital, por tanto, comprender su proceso madurativo, escuchar lo que tienen que decirnos e intentar gestionar nuestras propias emociones para poder atender las suyas. “Cuando queramos que hagan algo, primero debemos preguntarnos si ese algo responde a sus necesidades o a las nuestras. En esta segunda opción, lo ideal es ofrecerle alternativas, tiempos y explicaciones de por qué queremos que actúe de una determinada manera”. Si es algo relacionado con su bienestar, lo más efectivo es explicarle los beneficios de que lo haga.
Según Susan Forward, terapeuta y conferenciante estadounidense muy popular por sus numerosos libros dedicados a las relaciones familiares: “Nuestros padres siembran en nosotros semillas mentales y emocionales, y esas semillas crecen con nosotros”.
Pues que esas semillas sean de amor, de respeto e independencia para que las relaciones sean saludables y nuestros hijos e hijas crezcan sanos física y emocionalmente.
- Lectura recomendada: El verbo comer no tiene imperativo