Lo sabemos de sobra. Nos lo han repetido hasta la saciedad y estamos empachados de leerlo en repetidos artículos de salud: UNA VIDA ACTIVA Y SOCIAL favorece el bienestar emocional y físico de las personas. En todas las edades y en todas las etapas de su desarrollo.
Sin embargo, no siempre podemos sacar tiempo para dedicarnos al cuidado del cuerpo, y el trabajo y las labores diarias nos consumen demasiada energía.
No se trata de imponernos más obligaciones, sino de ser conscientes de cómo nos cuidamos y vivimos el día a día. Cómo nos hablamos, cómo nos nutrimos, cuántos ratitos podemos desconetacr el piloto automático para darnos cuenta de que respiramos, cómo movemos cada parte de nuestra anatomía…
Ser conscientes nos ayuda a poner nuestra rutina al servicio de nuestro propio bienestar. Pero ¿Cómo lo hacemos?
Empecemos por hacer elecciones y pausas activas.
ELECCIONES Y PAUSAS ACTIVAS
Utilizar las escaleras en vez del ascensor, acudir al trabajo andando, en bicicleta o en patinete no eléctrico, hacer uso del transporte público y bajar unas cuantas paradas antes para caminar una parte del trayecto, son oportunidades que tenemos para ser más activos y repercutir sobre nuestra salud y nuestro entorno.
¿Y las pausas activas?
Tal y como refleja la Guía Pequeños cambios para Vivir Mejor, de la Agencia de Salut Pública de la Generalitat de Catalunya, se trata, simplemente, de que por cada hora que estemos sentados, nos levantemos al menos dos minutos para andar, estirarnos, salir al aire libre… Estas pausas nos benefician especialmente si trabajamos delante de un volante o en una oficina.
Empecemos por hacer elecciones y pausas activas y una actividad física moderada. Los fines de semana son momentos ideales para el ocio activo en familia al aire libre.
¿Con esto es suficiente?
Es solo el principio. Incluso si nos movemos mucho en el trabajo, es recomendable realizar una actividad física moderada, que es la que permite mantener una conversación realizando pausas para coger aire; por ejemplo: caminar a buen paso (a 10 minutos el kilómetro), ir en bicicleta con tranquilidad, trabajar en el huerto o el jardín (barrer hojas o cortar el césped), juegar activamente con los o las peques, o algunas tareas domésticas como limpiar a fondo o pasarle un paño a los cristales.
Periódicamente, además, debemos hacer algún ejercicio físico más intenso. La recompensa, entre otros, serán unos músculos más fuertes y una mejor forma física. También un tipo de actividad más tranquila como el yoga o el taichí posee beneficios en cuanto a flexibilidad, equilibrio y coordinación, y es muy útil en la prevención de caídas.
Ser una persona activa es mucho más fácil cuando se encuentra un tipo de actividad de la que realmente se disfruta. ¿Qué te gusta hacer? Ir al gimnasio, nadar, correr, bailar, practicar deportes de equipo… Y si es en un entorno natural al aire libre, las repercusiones en el bienestar emocional y la salud en general aumentan.
NIÑOS Y ADOLESCENTES
Y en los niños y adolescentes, ¿cuáles son las recomendaciones?
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) hasta los 5 años debemos promover el juego activo y el movimiento espontáneo en cualquier ocasión, así como el caminar y el contacto con la naturaleza.
Hasta los 5 años debemos promover el juego activo y el movimiento espontáneo en los niños, así como el caminar y el contacto con la naturaleza. De los 5 a los 17 años, el mínimo diario son 60 minutos de actividad física moderada-intensa.
De los 5 a los 17 años, el mínimo diario son 60 minutos de actividad física moderada-intensa cada día. Es clave que un par de días o tres realicen deportes o prácticas más intensas (del ámbito competitivo o no).
A primera hora de la mañana es importante que para activarse vayan a la escuela andando, en bicicleta o monopatín, si es posible.
VIDA SOCIAL
La vida social es muy importante para nuestro bienestar emocional, también si gira en torno a una mesa. Y es que el acto de comer nutre nuestras relaciones afectivas. Cumpliendo todas las medidas sanitarias, compartir las comidas, al menos una vez al día, con familia, amigos o compañeros de trabajo, sin prisas y sin pantallas (televisión, móviles, etc.) es una gran oportunidad para relacionarse, comunicarse y fomentar relaciones positivas fortaleciendo el sentimiento de pertenencia.
¿Y en el entorno familiar?
En el entorno familiar, compartir las comidas es un factor de prevención y protección para el desarrollo y bienestar de los niños y niñas. Compartir las comidas en familia nos da la oportunidad de establecer rutinas saludables en relación con la alimentación.
Compartir las comidas, al menos una vez al día, con la familia es una gran oportunidad para relacionarnos, comunicarnos y fomentar relaciones positivas.
Además, estos espacios nos ayudan a compartir las experiencias del día, transmitir valores y fortalecer los vínculos afectivos. La comida en familia es, sin duda, una experiencia relacional educativa, donde los niños aprenden de los modelos de los adultos, tal y como dice esta guía.
Y si cocinamos y comemos juntos, la experiencia es un binomio perfecto para el bienestar de la familia y de cada uno de sus integrantes.
¿Qué tal si aprovechamos estos días de vacaciones para vivir activamente y enriquecer nuestra vida?